1) Leer el siguiente cuento
Un bicho raro (Clara Redondo)
Guillermo (Willy para los amigos)
era un niño de nueve años que un buen día tuvo que irse a vivir a un país muy
muy lejano. Tanto, que sus padres y él perdieron la cuenta de los kilómetros
que tuvieron que hacer en avión para llegar hasta allí. Cuando Willy pisó el
aeropuerto de Esrilandia (así se llamaba este país tan lejano), tuvo el
presentimiento de que algo grande le iba a pasar allí. Y cuando se tiene un
presentimiento, lo mejor es cerrar los ojos y dejarse llevar por él.
Willy era un niño afortunado. Tenía
unos padres que le querían mucho (esto suele ocurrir), comida suficiente todos
los días y… por si fuera poco, era bueno jugando al fútbol. Hábil con el balón,
rápido como una culebrilla y donde ponía el ojo, ponía el balón. Esto quiere
decir, en el idioma del fútbol, que metía muchos goles. Cuando se instalaron en
la casa nueva, lo primero que hizo Willy fue sacar sus cuatro pares de
zapatillas de deporte, abrir el armario y colocarlas por colores en una fila.
El fútbol era para él lo más importante. En su colegio disfrutaba jugando con
sus amigos y de mayor quería ser futbolista.
Sus padres le contaron que
Esrilandia era un país muy diferente al suyo. Idioma y comida diferente… Y le
dijeron también que tendría nuevos amigos. Al llegar al colegio, descubrió que
las clases se impartían en salitas abiertas donde corría el aire; y es que
siempre hacía buen tiempo y no necesitaban puertas que protegieran del frío.
Eso le encantó. Y también le gustó ver un campo de fútbol de hierba ahí al
ladito de la clase; una hierba verde que daban ganas de salir corriendo con el
balón entre los pies y jugar cuatro partidos seguidos. El idioma esrilandés era
un problema, sí, pero sus padres le habían dicho que al principio tendría que
comunicarse por señas y usar el poquito inglés que había aprendido. Así que,
cuando ya llevaba allí una semana, se presentó delante de su profesora de
gimnasia. Fue fácil decirle por señas que quería apuntarse a fútbol; solo tuvo
que señalarse el pie y dar una patada a un balón imaginario. La profesora se
sorprendió, pero con el gesto del dedo pulgar hacia arriba, le dijo en inglés
(menos mal que Willy se sabía las horas y los días de la semana) que esa misma
tarde había entrenamiento a las cinco en el campo de fútbol. Allí todos los
niños se iban a comer a sus casas a las dos de la tarde y ya no volvían a clase
hasta el día siguiente. Todos menos los que entrenaban al fútbol, claro. Willy
salió entusiasmado del colegio, pegando botes y contando a sus padres la nueva
noticia. Al llegar a casa, lo primero que hizo fue abrir el armario y escoger
las zapatillas rojas: las de la buena suerte. Durante la comida, sus padres
tenían la costumbre de ver la tele, así que la encendieron por primera vez
desde que llegaron allí. Aunque no entendía nada de lo que decían, a Willy le
gustaba escuchar a personas chapurrear en un idioma en el que se pronunciaban
un montón de enes. Cuando llegó la sección de deportes, Willy se quedó muy
atento mirando, pero allí no apareció ningún futbolista famoso. Las famosas parecían
ser las futbolistas mujeres, a las que los niños pedían autógrafos a la
salida del entrenamiento. Sobre todo a una (Nintia o Clintia o algo así se
llamaba), a la que le habían dado un premio deportivo muy importante, y a quien
los periodistas perseguían para hacerle fotos con su trofeo en la mano. «Qué
raro es este país», se dijo, pero no le dio más vueltas al asunto. Tenía otro
más importante en qué pensar: su primer entrenamiento. Cuando llegó con su
padre al campo de fútbol, creyó que se había confundido de hora. Allí solo
había niñas. Ningún niño. ¿No se habría enterado bien de la hora? Pensó que
esas chicas estarían preparándose para hacer gimnasia o atletismo o baile.
Pero… ¿en el campo de hierba? Era todo muy raro. Entonces, las chicas empezaron
a dar toques al balón, y Willy se quedó embobado mirándolas, escondido detrás
de su padre. Era increíble cómo manejaban el balón: se habían puesto en la
portería, y no paraban de hacer un montón de toques seguidos sin que el balón
cayera al suelo. Se fijó en una de ellas: ocho toques con la cabeza, ocho con
el pie, ocho con la cabeza, ocho con el pie. Y cuando la soltó al aire… bum,
una chilena que entró por la escuadra sin rechistar. No podía creer lo que
estaba viendo: chicas jugando fenomenal al fútbol. En su país, las chicas no
jugaban al fútbol, solo los chicos… O eso era lo que él creía. A empujoncitos,
su padre le acercó al campo, y él se dejaba empujar como si fuera una
marioneta, una marioneta con zapatillas rojas que habían crecido hasta convertirse
en dos enormes barcazas que se veían a la legua. Y cuando puso un pie en el
campo, se hizo el silencio y todas las chicas se le quedaron mirando y se
pusieron a cuchichear entre ellas. Aquello no era como se lo había imaginado.
Nada más empezar el entrenamiento, se dio cuenta de que ni mucho menos era el
mejor jugador del grupo. Esas chicas eran muy pero que muy buenas, y
hacían regates que él ni de lejos era capaz de hacer. Además, como se conocían
entre ellas, se pasaban el balón con mucha habilidad y se hacían bromas las
unas a las otras. Cada vez que Willy tocaba el balón (por casualidad), siempre
venía alguna chica y se lo quitaba de los pies. Le parecía que ellas se reían
de él. Su padre desde fuera del campo le hacía un montón de señas para que se
pusiera a jugar, señales de ánimo que a Willy se le escurrían por los bolsillos
del pantalón. ¿Pero es que no se daban cuenta de que él existía? Cuando llegó a
casa, se metió directamente en su habitación y se tumbó en la cama, mirando sin
mirar el techo. No entendía por qué le estaba pasando eso a él, que era
uno de los mejores jugadores de su antiguo colegio. Esrilandia se había vuelto
loca y a él le daba tanta rabia todo eso, que decidió dejar el equipo. Se
acordó entonces de sus amigos y de la foto que le dieron el último día de
colegio: una foto grande con todos los de su clase y con sus firmas por detrás.
Se levantó a cogerla, se volvió a tumbar y empezó a pasar el dedo por cada uno.
Adrián, el que hace pelotillas de moco y las usa de proyectil. Pablo, el que se
lo sabe todo sobre minerales. Juan, su mejor amigo. Paula, la que toca el
violonchelo. Y así hasta que llegó a Marina. Allí se quedó parado. En ese
momento, entró su padre en la habitación.
—Qué pasa, Willy —le preguntó, y se
sentó al borde de la cama.
—Nada. Estoy mirando esta
foto.
—¿Echas de menos a tus
amigos?
—Sí, claro, pero es que… me acabo
de acordar de Marina —dijo Willy metido en sus pensamientos y sin mucha gana de
darle conversación a su padre.
—¿Marina? ¿No es la chica de
tu clase que el año pasado se apuntó a fútbol?
—Sí, sí. Bueno, papá, que me tengo
que poner a estudiar.
—Bien, bien, pero estoy en el salón
por si quieres algo, ¿vale?
Quería estar solo. Acordarse de
Marina hizo que todas las piezas del puzzle empezaran a encajar. Nunca se había
vuelto a acordar de cuando ella se metió en el equipo de fútbol del colegio.
Duró poco, o él casi no se dio cuenta, porque nadie le hizo mucho caso en los
seis o siete entrenamientos que aguantó apuntada al equipo. También ellos la miraron
sorprendidos y se hicieron unas risitas cuando la vieron llegar al campo. Se
decían cosas al oído y se reían cada vez que Marina perdía un balón. Lo mismo
que le había pasado a él hoy. En su país, pocas chicas jugaban al
fútbol y aquí era lo contrario. Menudo lío.
Volvió a acordarse de
aquellos entrenamientos y de cómo un buen día Marina desapareció. Nadie
preguntó por ella ni la echaron de menos. Willy se revolvió en la cama,
inquieto y enfadado con él mismo porque ya no podía hacer nada. Cuando se
sentaron a cenar, les dijo a sus padres que no iba a volver a jugar al fútbol.
Menos mal que su padre le quitó la idea de la cabeza:
—No puedes tirar la toalla tan
pronto, Willy. No se trata de ser el mejor, se trata de pasártelo bien. ¿No te
parece? Les tienes que dar una oportunidad a las chicas para que te conozcan y
ya verás como todo sale bien. Hace un rato te acordabas de Marina. No puedes
dejar que te pase como a ella, que se quedó con las ganas de jugar.
El recuerdo de Marina hizo
que Willy siguiera yendo a los entrenamientos. Y pasó lo que suele ocurrir
cuando te pones a entrenar: pues que cada vez lo haces mejor.
Lin —la chica de los ocho toques
sin parar— y él se cayeron bien desde el primer momento, así que todo le
resultó mucho más fácil de lo que se había imaginado. Tener una amiga en el
equipo fue un buen comienzo. Estaba rodeado de chicas, sí, pero a los dos o
tres meses ya nadie se extrañaba de ver al “chico” jugar como una más. Incluso
en el segundo partido que jugaron, Willy metió un gol de esos que no se
olvidan: el gol de la victoria en el último momento. Un día, después de llegar
a casa, se quito las zapatillas y tumbó en la cama a descansar, se volvió a
acordar de Marina. En realidad, no se había olvidado de ella desde el día que estuvo
mirando la foto. De repente, sintió que tenía algo que hacer. Se levantó
rápido, cogió lápiz y papel y, sentado de nuevo en la cama, se puso a
escribir:
Hola, Marina: Soy Willy. Estoy en
Esrilandia. A lo mejor ya no te acuerdas de mí. Pues que siento lo del fútbol.
O sea que siento que te desapuntaras del equipo. A mí me pasó lo mismo que a ti
cuando llegué aquí. Que al principio se reían de mí y creían que no podía
jugar. Bueno, es que aquí los chicos no juegan al fútbol. Solo las chicas. No
sé por qué, todavía no lo he averiguado. Pero soy el único chico que quiere
jugar y por eso parecía un bicho raro. Pero ya no lo soy. Pues eso, que si me
perdonas. ¿Por qué no te apuntas este año a jugar al fútbol? Yo voy a seguir.
Me ayuda Lin, una chica que... si la vieras cómo da un montón de toques
seguidos al balón. Es buenísima. Yo el otro día metí un gol y ganamos. Fue
increíble. Y tú tienes que hacer lo mismo, apuntarte al equipo. Ojalá te sirva
mi carta. Si quieres me contestas. Espero que no estés enfadada conmigo
ya. Y así fue como se cumplió el presentimiento que Willy había tenido en
el aeropuerto: algo grande le había pasado en Esrilandia.
Analizar el texto y responder las
siguientes preguntas
1) ¿Qué aprendizaje te deja este
cuento?
2) ¿Que descubrió Willy en su nuevo
país?
3) ¿Que valores podes mencionar
relacionados a este cuento?¿Por qué?
4) ¿En tu opinión, el fútbol es un
deporte solo para hombres? ¿Por qué?
2) mirar el video en el siguiente link hasta el minuto 10 y responder las siguientes
preguntas
- colocar en cada cuadro los alimentos que corresponden
banana- chocolate- tortas- manzana-
golosinas- tartas- brócoli- pescado- dulce de leche- medialunas- berenjenas-
lechuga- hamburguesas- tomate- pizza- pollo- papas fritas- milanesas fritas-
carne- choclo- papas hervidas- calabaza- torta frita.
✓
|
X
|
- ¿Por qué Pheoebe se sintió cansada de camino a la escuela?
- ¿ Por qué creen que es tan importante alimentarse con frutas y verduras